Xabier Zeberio
Intimista y sosegado, profundo, y a su vez levitativo, Pause es un trabajo redondo que acaricia y atenúa nuestras imperfecciones emocionales. Al referirnos a discos que crean atmósferas —sucede en el caso de las bandas sonoras— nos invade a menudo la sospecha de lo accesorio y lo inconcluso: ¿es la música el verbo o un mero complemento? En contadas ocasiones, la atmósfera se aleja del atrezzo y ocupa el centro: esos estados de ánimo tejidos de nubes bajas nos envuelven y nos cautivan, atrapándonos en su ámbito de influencia. Es el caso de este trabajo de Xabier Zeberio; un brumoso despertar, una melancolía sin tristeza, el tiempo suspendido en un aeropuerto mortecino. Una música que trae la pausa necesaria para enfrentar un nuevo día o reflexionar sobre la tarde que declina. Puro estremecimiento sin truco.
Aitor Etxebarria imprime al timón una vibración neblinosa. Iñar Sastre se ocupa de señalar y deshacer los nudos del litoral. La voz de Liam Ò Maonlaí nos regala una canción eterna que cualquier Ulises desearía escuchar en su regreso a casa. La nyckelharpa y el violín de Xabier Zeberio parecen haber optado por un vaciado casi oteiziano del trabajo desarrollado con Alos Quartet.
Ha proliferado mucho últimamente el uso del adjetivo “nórdico” como label de calidad. Pero, ¿entendemos de veras lo nórdico? El minimalismo, la transparente sobriedad calvinista, la belleza de lo útil, la renuncia a adornos superfluos… En el fondo, todo lo contrario a nuestra cultura católica, rebosante de velos y figuraciones ornamentales. Si ser nórdico significa hacer más caso al vacío que a los volúmenes y tratar de convertir los vacíos en habitables y los silencios en reflexivos, puede decirse que, en efecto, este trabajo de Xabier Zeberio anida en el fiordo.
Porque no hay emancipación sin anidamiento previo. Y cuanto más acogedor sea el nido, más elocuente será el vuelo.
Harkaitz Cano